El distanciamiento social es un golpe mortal a la razón de ser de las ciudades tradicionales. Arquitectos, urbanistas y especialistas en ...
El distanciamiento social es un golpe mortal a la razón de ser de las ciudades tradicionales. Arquitectos, urbanistas y especialistas en la materia debaten los riesgos de vivir en una ciudad densa.
Entre los especialistas urbanos, la gran pregunta es cómo cambiarĆ”n nuestras ciudades a partir de esta pandemia. Desde Córdoba, el urbanista Marcelo Corti cita al arquitecto italiano Aldo Rossi, padre del posmodernismo: “Las catĆ”strofes no ocasionan cambios urbanos por sĆ mismas sino que aceleran las transformaciones que ya se estaban imaginando”.
El pensamiento del teórico milanĆ©s se aplica perfectamente a la generalización del teletrabajo o de la educación a distancia, dos modalidades que existĆan antes pero que ahora parecen haberse convertido en moneda comĆŗn y da la impresión de que seguirĆ”n por mucho tiempo. Sin embargo, el papel de las ciudades en el futuro parece ser menos claro.
Una nota del The New York Times, aparecida la semana pasada, culpa a la alta densidad poblacional de Nueva York por la gran cantidad de casos de Covid-19 que se presentaron hasta el momento. Otra nota en El PaĆs de Madrid, compara los nĆŗmeros de muertos que tiene la Gran Manzana frente a los del Estado de California para seƱalar, una vez mĆ”s, que la densidad es el problema.
Datos proporcionados por la Universidad Johns Hopkins contaban en alrededor de 1.000 los muertos neoyorquinos hasta la semana pasada, mientras que Los Ćngeles y su conurbación (con 2 millones de habitantes mĆ”s) apenas alcanzaba a los 54.
Nueva York es la ciudad mĆ”s densamente poblada de los Estados Unidos, donde viven, en promedio, 104 personas por hectĆ”rea (la superficie de una manzana tĆpica de Buenos Aires). QuĆ© se podrĆa decir entonces de la ciudad capital de la Argentina que tiene una densidad media de 150 personas por hectĆ”rea.
Para el urbanista y profesor universitario Alfredo Garay, si el coronavirus fuera considerado un virus de la alta densidad, no habrĆa que olvidar que existen otros virus de baja densidad, como el chikungunya, el sika y el dengue, que hoy suman mĆ”s muertes que el Covid-19. Estas enfermedades son transmitidas por mosquitos y un mapeo de casos en la ciudad las ubica en barrios bajos como Coghlan, Villa del Parque, Villa Urquiza, VĆ©lez SĆ”rsfield y Monte Castro, ademĆ”s de las villas de emergencia.
“Los que atacan la alta densidad, en realidad, imagina una ciudad idĆlica de casas en lote propio, con jardĆn y pileta que serĆa muy perjudicial desde lo ecológico y económico. Una ciudad con 240 a 400 habitantes por hectĆ”rea, bien planificada, se podrĆa resolver en edificios de planta baja y tres pisos, sumando espacios pĆŗblicos y clubes en los que la gente podrĆa socializar”, explica Garay.
Corti afirma que la diferencia de esta pandemia frente a cualquier catĆ”strofe anterior (peste, guerra, tsunami o sismo) es que "volver a la normalidad" no serĆ” continuar con lo que existĆa antes, sino que se harĆ”n evidente la necesidad de prevenir el cambio climĆ”tico y las alteraciones medioambientales.
“Tengan o no relación con la emergencia, el carĆ”cter apocalĆptico, global, destructivo y cruel de la situación actual ayudarĆ” a confirmar la importancia de cuestiones como el cambio climĆ”tico que antes de la aparición del virus eran desechadas por sectores de la polĆtica y la cultura", dice.
Sin embargo, las tendencias que surgen en forma inmediata como resultado de la pandemia parecen cuestionar la alta densidad y la compacidad de las ciudades, aconsejadas por los expertos desde hace aƱos como respuestas a las amenazas ambientales.
Para el especialista AndrĆ©s Borthagaray, es evidente la reacción antiurbana en contra de la alta concentración del transporte pĆŗblico y la densidad. “Son vistas como situaciones de riesgo”, afirma.
El primer sĆntoma estĆ” a la vista: ante la amenaza de la pandemia, en muchos lugares del mundo, los sectores sociales altos y medio altos optaron por abandonar la ciudad tradicional y migrar a zonas rurales o semirurales.
El impacto de calamidades como la actual se puede ejemplificar con el caso de Buenos Aires en 1871. Durante la epidemia de fiebre amarilla, la ciudad contaba con 190 mil habitantes, de los que la mitad eran inmigrantes. En solo seis meses, fallecieron 14 mil porteños, casi el 8% de la población.
En esa Ć©poca, la ciudad todavĆa no era Capital Federal y llegaba a lo que hoy son las avenidas Callao y Entre RĆos. MĆ”s allĆ” estaba el campo y los pueblos de San JosĆ© de Flores y Belgrano.
Cuando empezó la epidemia, en el mes de enero, los pobladores ricos de los Ćŗnicos barrios que existĆan (Monserrat, San Telmo, Barracas y La Boca) se mudaron a las quintas de la zona norte, rural y despoblada. Son los barrios que hoy conocemos como Recoleta, Palermo y Belgrano. Esta migración produjo un cisma social entre el norte rico y el sur pobre que la ciudad aĆŗn sigue padeciendo.
La culpa de la epidemia se le adjudicó a los inmigrantes, los conventillos y la supuesta falta de higiene. MÔs tarde se supo que un mosquito, de la misma especie que el que transmite el dengue, era el transmisor de la fiebre amarilla.
De la misma manera que pasó hace casi 150 aƱos, la pandemia podrĆa producir un desprestigio de la ciudad tradicional. “El virus puede terminar por darle legitimidad a la dispersión urbana que, a pesar de las recomendaciones internacionales y de la conciencia al respecto, se siguieron produciendo en todo el mundo durante este siglo”, explica Corti.
“Cuando fue la gran epidemia de poliomielitis en la Argentina (1956), la gente se iba a Mar del Plata, Córdoba o Rosario porque era ciudades menos densas que Buenos Aires. La idea de salud siempre estuvo relacionada con una idĆlica vuelta al campo”, explica Garay.
La fiebre amarilla fue el puntapiĆ© inicial de una revolución urbana en Buenos Aires que incluyó la creación de grandes parques y monumentales avenidas, ademĆ”s de millonarias inversiones en infraestructura. Eso coincidió con el despegue económico de un paĆs que se acomodaba al nuevo orden mundial como un productor de alimentos.
“Las reformas urbanas que transformaron a Buenos Aires a fines del siglo XIX tenĆan el sello del higienismo que ya habĆa creado el ParĆs moderno. Y mezclaba temas como ventilación, asoleamiento, cloacas, agua potable, salud, pobreza y delincuencia. En Buenos Aires, por caso, se propuso sanear los conventillos como una forma para evitar la pobreza y la delincuencia”, seƱala Garay.
Durante siglos, la ciudad mantuvo la forma fĆsica heredada del medioevo hasta la aparición del automóvil que amplió sus fronteras. Para Corti, la movilidad extrema que caracterizó a la modernidad ha convivido con la segregación y las murallas. “Desde la caĆda del Muro de BerlĆn se han construido muros equivalentes en todo el mundo, incluso en el occidente democrĆ”tico y hasta se convirtió en la carta de triunfo de campaƱas polĆticas”, dice.
En ese sentido, una pandemia con la actual, parece tener en la segregación urbana una de las herramientas mĆ”s efectivas pero aĆŗn no usada. “Fuera de China, el origen de esta enfermedad estĆ” vinculada a los viajes; y en LatinoamĆ©rica, a la clase media alta, es por eso que llegó primero a zonas menos densas de la ciudad, como barrios acomodados de la zona norte, barrios cerrados y countries. Un adecuado mapeo de las zonas afectadas podrĆa servir para realizar cuarentenas selectivas, y mĆ”s efectiva, sólo en las Ć”reas que realmente presentan casos”, propone Garay.
En el mismo sentido, el uso de la información privada y geolocalizada que ya generan la telefonĆa móvil serĆa muy Ćŗtil para conocer las Ć”reas mĆ”s riesgosas. “La información y los datos personales sirvieron en Corea del Sur, Hong Kong, Singapur, e inclusive en Wuhan, donde nació la pandemia, a recurrir menos al aislamiento social. Claro que conocer la red de contactos de los enfermos supone, en nuestro mundo occidental, una invasión a la privacidad”, seƱala Borthagaray.
El distanciamiento social es un golpe mortal a la razón de ser de las ciudades tradicionales y a uno de sus puntos mĆ”s vulnerables: el transporte pĆŗblico. Una desconfianza en la alta densidad y en los medios de movilidad masiva alentarĆa la huĆda a los countries del Conurbano y al uso de vehĆculos particulares por parte de las clases mĆ”s acomodadas. Irónicamente, esa tendencia es la que mĆ”s perjudica al medioambiente, contribuye al calentamiento global y el cambio climĆ”tico.
Por otro lado, el teletrabajo y la educación a distancia viene a disminuir la movilidad de los sectores medios vinculados al trabajo de oficina. El trabajo fĆsico, generalmente radicado en las clases medias bajas no tiene solución y seguirĆ” necesitando del transporte pĆŗblico y de medidas de distanciamiento social.
El debate inmediato serĆ” cómo salir de la cuarentena sin vulnerar la privacidad pero usando la información geolocalizada que ya estĆ” disponible. Ese mismo mecanismo tecnológico podrĆa convertir a la ciudad tradicional en un lugar confiable ante nuevas amenazas.
Source Link. Por Miguel Jurado. Esperamos tu comentario.
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