Una vez uno de los habitantes del edificio enloqueció porque sus hijos no podĆan baƱarse y bajó a amenazarme con una pistola. Yo no le sacab...
Una vez uno de los habitantes del edificio enloqueció porque sus hijos no podĆan baƱarse y bajó a amenazarme con una pistola. Yo no le sacaba el cuerpo a nada; intervenĆa, negociaba e intentaba solucionar los problemas; al fin y al cabo ello era parte de mis funciones.
EmpecĆ© a administrar consorcios en Villa Crespo; no salĆ a buscarlos, vinieron a ofrecĆ©rmelos; los habitantes de los edificios cercanos transitaban por la vereda y me veĆan permanentemente sentado frente al escritorio.
La inmobiliaria funcionaba por entonces en el antiguo local de Velasco 637; imaginaron que yo serĆa una persona fĆ”cil de contactar cuando fuera necesario; eso era valioso para ellos porque en general los administradores estaban refugiados en oficinas de complicado acceso y limitados horarios. TenĆa formación administrativa y experiencia con los gremios, por lo cual me sentĆa capacitado frente al nuevo desafĆo.
AsĆ aparecieron Velasco 645, Velasco 688, Gurruchaga 669, Vera 832, Malabia 521 y Gurruchaga 630, donde yo mismo vivĆa. En mi propio edificio tuve varios encontronazos; primero con el administrador anterior, un tal MartĆn Kasaniev; en una de las asambleas, que se realizaban en mi departamento, yo denunciĆ© sobreprecios en las reparaciones de plomerĆa; las habĆa inspeccionado y habĆa consultado sus presupuestos; Kasaniev facturaba mĆ”s del doble; por supuesto se ofendió, habló de la ropa reglamentaria y otras excusas; ¡ni con costuras con hilos de oro eran explicables los valores que pasaba!; el colmo fue cuando habló de rotura de paredes en un arreglo de caƱos de agua que se habĆa hecho en el sótano; yo habĆa ido a ver el trabajo y los caƱos reemplazados iban por el aire…; se le terminaron los argumentos y presentó su renuncia.
Entonces mis vecinos me pidieron que me haga cargo del puesto vacante. Quiso administrar conmigo otro consorcista llamado tambiĆ©n MartĆn, que recientemente habĆa comprado una unidad; era un muchacho joven y flaco, que vivĆa con su tambiĆ©n joven mujer y trabajaba haciendo guardias en la empresa de seguridad de su padre; yo no tuve inconvenientes, pero fue peor el remedio que la enfermedad: trajo a trabajar plomeros de su confianza, que tambiĆ©n pasaban precios caros; cuando interroguĆ© a uno de ellos sobre el porquĆ© de sus valores, me contestó: “¿QuĆ© querĆ©s que haga?, MartĆn me pide su participación”.
Inmediatamente convoquĆ© a una Asamblea y, sin entrar en detalles, expliquĆ© que me era imposible trabajar con ese individuo y que los presentes debĆan elegir cuĆ”l de los dos continuaba en la administración; MartĆn fue “apartado” por unanimidad, aunque elegantemente, con el argumento de que yo tenĆa mi oficina cerca y ante cualquier emergencia era mĆ”s localizable que Ć©l, lo cual ademĆ”s de ser una excusa tambiĆ©n era cierto; por supuesto que me ganĆ© un enemigo, pero no me importó; los vecinos sabĆan quiĆ©n era cada uno.
AƱos despuƩs, cuando puso su departamento en venta, por supuesto que con otra inmobiliaria, tuve el placer de facilitar su salida del edificio: a su comprador lo presentƩ yo.
La labor de administrar consorcios revistió por momentos algunas aristas tumultuosas: en Villa Crespo cuando llovĆa un poco mĆ”s de lo habitual las napas subĆan y los sótanos se inundaban; habĆa que acudir a bombas de desagote que sacaban el agua a la calle; a veces la inundación estropeaba las bombas elevadoras y el agua de red no subĆa a los tanques; una vez uno de los habitantes del edificio de Velasco 645 enloqueció porque sus hijos no podĆan baƱarse y bajó a amenazarme con una pistola; tambiĆ©n me llamaban por cuestiones menores: un perro que ladraba en el horario de la siesta, vecinos que ocupaban espacios comunes con sus cosas y otras menudencias; yo no le sacaba el cuerpo a nada; intervenĆa, negociaba e intentaba solucionar los problemas; al fin y al cabo ello era parte de mis funciones.
En los condominios que atendĆa empezaron a suceder cosas que parecĆan insólitas: los trabajos se hacĆan y las expensas bajaban; ¿cómo era posible?: muy fĆ”cil, contrataba directamente con plomeros, electricistas, pintores y albaƱiles y no pasaba sobreprecios; a veces me ofrecĆan retornos y yo les pedĆa que los bajen del presupuesto; cuando habĆa que reemplazar la alfombra de algĆŗn ascensor, comprar cerĆ”micas o pintura me ocupaba personalmente, buscando las ofertas mĆ”s convenientes.
El colmo de lo absurdo me sucedió en el edificio de Velasco 688, donde en una Asamblea la gente del Consejo que habĆa administrado antes de que yo me hiciera cargo, me tildó de irresponsable por mantener demasiado bajas las expensas; el ingeniero Epstein, dueƱo del local de planta baja, los paró en seco: “¿para quĆ© quieren que en Ć©pocas de inflación el administrador junte plata a costa de nuestros bolsillos?”, les dijo.
Los integrantes de ese Consejo eran gente de clase media, como la mayorĆa de los otros habitantes del inmueble, pero con delirios de grandeza; pretendĆan que el encargado, un tal Britos, que era parco pero correcto, les abriera la puerta, cargara con sus cosas y les rindiera pleitesĆa; yo les expresĆ© pĆŗblicamente que la institución de servidumbre ya habĆa sido abolida en nuestro paĆs, y me odiaron mĆ”s aun.
¿Acaso fui un tonto?; para nada: como me habĆa enseƱado Boby, la honestidad se constituyó en “competencia desleal”; todo el mundo me conocĆa y hablaba bien de “ese muchacho tan atento que estĆ” en la inmobiliaria de la calle Velasco”; departamento que salĆa en venta o alquiler en cualquiera de los edificios que administraba indefectiblemente caĆa en mi oficina; me llenĆ© de mercaderĆa, en su gran mayorĆa ampliamente realizable; un par de aƱos despuĆ©s, cuando ya me habĆa hecho conocido, dejĆ© esa actividad; tenĆa en claro que me insumĆa casi la misma cantidad de tiempo que el manejo de ventas y alquileres, pero con un rendimiento muchĆsimo menor.
De cualquier manera una buena parte de los edificios quedó a cargo de Sergio Yaroslavsky, un serio y eficiente administrador.
Por AdriƔn Dante Risman.
Corredor inmobiliario (Cucicba). Autor del libro "Las aventuras Inmobiliarias de un pibe de Villa Crespo".
c o D I G o f u E N T e : b i t . l y / 2 G T m t h K